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[av_one_full first min_height=» vertical_alignment=» space=» custom_margin=» margin=’0px’ padding=’0px’ border=» border_color=» radius=’0px’ background_color=» src=» background_position=’top left’ background_repeat=’no-repeat’ animation=» mobile_display=» av_uid=’av-ap03wg’] [av_slideshow size=’no scaling’ animation=’slide’ conditional_play=» autoplay=’false’ interval=’5′ control_layout=’av-control-default’ av_uid=’av-jqy64zox’] [av_slide slide_type=’image’ id=’7219′ video=’//’ mobile_image=» fallback_link=’//’ video_ratio=’16:9′ title=» link_apply=» link=’lightbox’ link_target=» av-medium-font-size-title=» av-small-font-size-title=» av-mini-font-size-title=» av-medium-font-size=» av-small-font-size=» av-mini-font-size=»] Pintar en su pequeño taller se
convirtió en su mejor terapia.
[/av_slide] [av_slide slide_type=’image’ id=’7221′ video=’//’ mobile_image=» fallback_link=’//’ video_ratio=’16:9′ title=» link_apply=» link=’lightbox’ link_target=» av-medium-font-size-title=» av-small-font-size-title=» av-mini-font-size-title=» av-medium-font-size=» av-small-font-size=» av-mini-font-size=» av_uid=’av-2m8uww’ video_controls=» video_mute=» video_loop=» video_autoplay=»] Obra pintada por don Chucho.
[/av_slide] [av_slide slide_type=’image’ id=’7217′ video=’//’ mobile_image=» fallback_link=’//’ video_ratio=’16:9′ title=» link_apply=» link=’lightbox’ link_target=» av-medium-font-size-title=» av-small-font-size-title=» av-mini-font-size-title=» av-medium-font-size=» av-small-font-size=» av-mini-font-size=»] Su amable sonrisa y el sombrero que
nunca abandona.
[/av_slide] [av_slide slide_type=’image’ id=’7218′ video=’//’ mobile_image=» fallback_link=’//’ video_ratio=’16:9′ title=» link_apply=» link=’lightbox’ link_target=» av-medium-font-size-title=» av-small-font-size-title=» av-mini-font-size-title=» av-medium-font-size=» av-small-font-size=» av-mini-font-size=» av_uid=’av-6f4ubk’ video_controls=» video_mute=» video_loop=» video_autoplay=»] Don Chucho acompañado de otros
beneficiarios de la casa.
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En un rincón de Casa de la Esperanza se localiza el taller de pintura de don Jesús Carrillo o como le llamamos con cariño, don Chucho. En una estrecha sala se encuentran consignadas las obras de su vida; retratos, paisajes y momentos que ha plasmado a través del óleo.

Luego de recorrer varios países de Europa, por y para el arte, don Chucho, un bogotano que aprendió a hablar italiano, inglés y un poco de francés, a sus 76 años sigue cultivando la pasión y el talento por la pintura; que le permite trascender más allá de su propia existencia, como él lo expresa, “yo moriré, pero mis cuadros seguirán viviendo por muchos años”.

Don Chucho se enorgullece de ser de los primeros pintores primitivistas del país. En su billetera carga su gran tesoro, los pasquines de las galerías de Milán, Roma y París donde expuso sus obras. Ahí, entre los nombres de decenas de artistas de aquella época, esta su nombre, Jesús Carrillo. Un representante apócrifo del arte, como lo son miles de artistas.

Hoy don Chucho hace parte del grupo de 52 beneficiarios de Casa la Esperanza de la Fundación Proyecto Unión, hogar que le brinda un techo una cama limpia  y  la  compañía que tanto necesitan  todos los  adultos mayores que por destinos de la vida,  terminaron solos en la última etapa de sus vidas,  habitando  las  frías calles  del centro de la capital.

La fundación desea enaltecer el trabajo de este gran pintor, que muestra amor al arte en cada una de sus acciones. Que sabe aprovechar ese don con sus hábiles manos, que no pierden la elegancia y el estilo que le permitieron exponer en tantas galerías a lo largo de su vida y que ahora sale a vender los días domingos en el centro y en el mercado de las pulgas de Usaquén.

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